martes, 30 de septiembre de 2014

Fue un septiembre muy hermoso

Fue un septiembre muy hermoso. Todavía recuerdo el clima tan agradable que hacía al atardecer, la camisa de lino blanco que rozaba mi piel bronceada por ese verano. Ese verano, como asimilar aquel verano. Fue un mes tonto, todavía no empezaban las clases por lo que mi mente estaba relajada. La gente estaba feliz, todos paseaban por las calles. Las fiestas del barrio acompañaban al sentimiento colectivo. Esas noches acompañadas de luces, amigos, una temperatura perfecta y un profundo sentimiento.
                No sé en qué momento, ni cómo pero mis pulmones habían crecido, creo que ahora entraba más oxígeno que antes. Mi respiración era más pausada y profunda. Mis ojos se volvieron nobles, no eran capaces de ver maldad ninguna criatura cercana. Mis actos me proporcionaban chorros de felicidad, daba igual salir a caminar que ir a la ciudad que pasar la tarde en el murillo de la plaza de atrás, solo vivir, eso, vivir, lo único que necesitaba para disfrutar de esa sensación de aquel septiembre.
                ¿Frustración? ¿Qué es eso? Qué pronto el ser olvida lo que no quiere recordar.
                Mis palabras eran torpes, casi acompañaban a mi mente que no sabía explicar cómo había llegado a ese momento. Tampoco me importaba, solo quería disfrutarlo, y sobretodo, que no se acabara nunca. Sentí que esa iba a ser mi vida para siempre. Fue tan encantador que echar la vista atrás era darme cuenta  que viví vacío y que mi existencia no tenía sentido. Pero ¿tenía sentido?, pues inmensamente ocupado en llenar el tiempo de tareas y de darle a las emociones algún repunte de sensaciones no pude ni pensar si había algo mejor, ya no había vuelta atrás, me negaba a volver al vacío.
                ¿Influencia? Dónde están los límites de cómo me dejé influenciar. ¿Parar una inspiración? Ni loco. ¿Detener aquello que me hacía mejor persona? Para qué.  Aquella personica vino para quedarse, yo le dejé entrar y jamás me arrepentí. Pasaste a ser parte de mí en cuestión de días, pero la sensación fue que siempre estuviste ahí. Me amaste, tu amor me llegó a borbotones, tanto lo sentí que me sentí libre, libre de ser yo, libre de dejar las máscaras.
                Nunca lo vi. ¿Te puedes creer? Eso sí que tiene mérito. Pero encontré la ranura por dónde comunicarme con él. Esto está oculto para muchos, pero yo lo encontré, descubrí la forma y es algo maravilloso. Sé que algún día pasaré al otro lado del mar, y descansaré, pero eso ya es otro cantar.

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